domingo, 15 de noviembre de 2009

Ensimismamiento


El niño se encuentra en gran proceso de asumir su condición espiritual, por lo que su tendencia es el solucionar por si mismo las dificultades que se deriva de su adaptación. Los padres y maestros pueden ayudarlos en este proceso, proporcionándoles un soporte ético y conductual, lo que indica la necesidad de responder a sus demandas desde una posición de amor, pero también de apertura y honestidad; las salidas fáciles y convencionales les producirán una sensación de inseguridad y una desconfianza básica en las personas que se proponen como sus guías y facilitadores, pero que en términos reales parecen no aceptarlos ni comprender su verdadera naturaleza.
En estas condiciones el niño aprende a confiar solamente en el “sí mismo” interno, lo que de hecho es una forma de renuncia a la “adaptación”, de su pensamiento y de su conducta sé alejaran de los demás y se concentrarán en su mundo interior, que si bien es intrínsecamente muy rico al no encontrar vías de expresión social, produce en el niño un estado de general “ensimismamiento”, cuyas manifestaciones se presentan en la siguiente manera:
Muchas de las actividades de los niños normales a los índigos les parecen aburridas. A nivel interior hay algo que los empuja constantemente y salta de un objeto de atención a otro. Estos niños necesitan que se les presente mucha atención y que se les brinden restos diferentes para k no se aburran. A esto se le une el hecho de que tienen el don de percibir muchas más de lo que parece normal. Sus pensamientos parecen volar sin su consentimiento.
No entienden que nosotros no percibamos o no reconozcamos lo mismo que ellos. Intentan comunicarse con otros a nivel del alma, pero suelen “tirar la toalla” cuando no encuentran la comprensión que requieren.
El mundo material en el que vivimos nosotros les parece poco estimulante, y las tareas rutinarias son verdadero fastidio. Ellos preferirían dedicarse a sus propias tareas, las que consideran importantes a diario tienen que hacer un considerable esfuerzo para no hacer lo que realmente les gustaría hacer, aquello que sienten como verdaderamente correcto y trascedente.
Debido a que constante se les presiona para que mantengan la tención en lo que no les interesa, sus reacciones un estado general de apatía y desgano. Ellos saben, por la naturaleza que podrían aprender mejor siendo más activos y si se les permitirá pensar por sí mismo pero la mayoría de los sistemas educativos no están preparados para dejar que cada niño aprendan a su manera.
El aburrimiento es muy acusado en los niños índigo, pero responden al mismo principio que en cualquier persona, pues finalmente no es otra cosa sino el permanecer en algo más tiempo del que es necesario para obtener de ello una experiencia significativa, lo que se agrava por el hecho de que la experiencia propuesta no está en concordancia con nuestras convicciones internas, con nuestras capacidad o con nuestra resonancia espiritual.
Los niños índigo tiene una genética diferente ellos viven en estado de mayor lucidez, como si estuvieran plenamente despiertos. Para ellos existen menos veloces entre los planos terrenales y los espirituales. Ellos piensan mas rápido, comprenden mas rápido y su energía influye en forma de idea y pensamientos que configuran redes mentales como facilidad, pues la comunicación de sus hemisferios cerebrales es mucho mayor, lo que determina modelos de aprendizajes diferentes; por ejemplo: ellos tienen que mover mucho mientras piensas; gracias al movimiento de su cuerpo alcanzan una armonía mental que les permite pensar con claridad y comprender mejor la necesidad de movimiento y cambio les exige seguir a delante; cuando se les obliga a permanecer demasiado tiempo e n una cosa aparece el aburrimiento, con su secuela de frustración y hasta de angustia.
Por otro lado, los niños índigo tienen su propia estrategia para restaurar su energía y encontrar la paz mental, por extraño que nos parezca, situaciones que a nosotros nos pueden estresar, permiten que un niño índigo se relaje. Los juegos de computadora, que presentan imágenes en vertiginosa secuencia para ellos es como un descanso y una centralización de su energía vital, púes al parecer esos juegos les permite armonizar ambos hemisferios del cerebro con lo que desaparece la sensación del aburrimiento.
Tal vez el tema más conocido, y el que se asocia más frecuencia a los niños índigo, es la queja permanente respecto a su falta de atención, lo que no deja de ser una generalización inadecuada, pues no se puede afirmar que todos los niños índigo sean distraídos o que todos los niños que presentan el síndrome de déficit de atención sean índigos.
Pero es cierto que llama la atención cuantos niños índigo presentan trastornos de conducta. Si investigamos esto mas afondo nos encontraremos con dos resultados contradictorios. Por una parte podremos ver que los niños índigos pueden ser muy atentos siempre que les interese lo que están asiendo en ese momento. Sin embargo no son capaces de dirigir su atención activamente; el más mínimo cambio en su entorno puede molestarlos, distraerlos o cautivarlos de manera inconsciente.
Un niño índigo recibe mucha más información en forma de pensamiento, ideas o imágenes que otros niño, debido a su sensibilidad y su percepción extrasensorial altamente desarrollada. A veces se siente tan aburrido por este exceso de información que se vuelve inquieto y confuso. Esto se puede explicar de la siguiente manera: cuando una persona tiene contacto con energías superiores, se intensifica su contacto con los niveles espirituales. Ante una situación cualquiera, un niño índigo recibe una gran cantidad de información que tiene que procesar en un plan mental, la experiencia se desarrolla con tal rapidez e intensidad que ni siquiera es posible poner en palabras las ideas que se van formando por que fácilmente se desvía la atención centrada en la situación específica endose a otras ideas que se han producido en este proceso.
Por otro lado, es necesario considerar el hecho de que el niño índigo posee una grande sabiduría innata, lo que le da una gran comprensión súbita de muchas cosas lo que hace que su atención se disperse ante un tema que para él carece de interés. No debemos olvidar que los niños índigo, al poseer una vibración espiritual superior tienden a centrarse en su mundo interior, pues el mundo material les parece excesivamente simple y superficial, por lo que no es necesario prestarle demasiada atención.
Algunos niños índigo, en quienes es muy acusado el déficit de atención, necesitan vivir en un ambiente seguro e inalterable, por lo que pueden molestarse mucho cuando se cambian cosas de su sitio habitual o se añade algo. Cada movimiento, cada ruido ambiental, representa para ellos un estimulo al que se sienten compelidos a reaccionar. En estas condiciones, al niño le resulta muy difícil focalizar su atención, pues para ello tendría que aprender a hacer caso omiso de los estímulos provenientes del medio ambiente.
Como ya hemos dicho, el niño índigo necesita estar en movimiento para centralizar su pensamiento, pues de alguna manera su cuerpo y su mente se encuentran en sincronía. Su manera de “concentrarse” no corresponde a la imagen de “el pensador”, de Auguste Rodin, que aparece en nuestra mente cuando imaginamos a una persona en actitud de profunda reflexión; existe una manera diferente, y mucho más vivaz, de organizar ideas, sensaciones y emociones, y esa es la vía índigo. Es por esta razón que generalmente, el llamado “déficit de atención” se encuentra relacionado con la “hiperkinesia” o “hiperactividad” en los niños índigo, por lo que la mayoría de los psicólogos y psiquiatras le ponen una etiqueta única, llamándolo Síndrome de Déficit de Atención con Hiperactividad (SDAH). Ante un diagnostico de este tipo, muchos padres, ya sea que conozcan el fenómeno índigo o no, recurren a los médicos especialistas en la corrección de esta clase de trastorno, quienes, de entrada, proceden a reducir la sintomatología por el método más elemental, que es la medicación, utilizando para ellos algunas drogas que tienen efectos psicológicos reconocidos, siendo la más común de ellas el famoso Ritalin o Ritalina, lo que ha dado lugar a que en algunos medios, ignorantes del fenómeno índigo, se les llame “niños Ritalin”; también es muy común que se les receten psicofármacos que tienen efectos ansiolíticos o antidepresivos, como el Dexetin, Cylert, Tofranil, Norpramina, Paxil, Prozac, y otros. Como se comprenderá, el empleo de estos fármacos es bastante delicado y los afectos secundarios no se encuentran debidamente documentados, además que, en el caso de los niños índigo, el tratamiento farmacológico tendría que partir de una nueva consideración del trastornó, pues, como ya hemos visto, no se trata de una enfermedad propia del niño, sino de un proceso de adaptación inadecuada, que incluye la estructura familiar y escolar del niño, lo que constituye el centro del problema. Si estas estructuras no cambian, nada puede cambiar en el niño, pues no son drogas lo que necesita, sino aceptación, y amor incondicional, lo que es imprescindible para que el mismo pueda comprender y modificar esos aspectos de su conducta que causan el problema personal, familiar y escolar.
Un niño hiperactivo es un niño que necesita y ama el movimiento, lo que, en realidad, es un fenómeno natural en todo ser humano. Cuando nos quedamos quietos, el cuerpo se carga estáticamente, y es precisamente el movimiento lo que permite una descarga liberado. Un niño pequeño al que se le exige que este quieto, desea obedecer a la madre, pero no sabe cómo manejar esta inmovilidad, que en realidad le causa estrés. Quiere complacer a la madre para no perder su amor, pero al mismo tiempo necesita descarga la energía acumulada, entonces comienza a hacer pequeño movimiento, que pareciera un “tic”, nervioso. Estos movimientos funciona como un válvula de escape que va soltando poco a poco el vapor; permiten una cierta liberación y evitan que el niño se levante bruscamente y salga corriendo. Para mantener un estado de bienestar físico y mental, el niño debe reducir el estrés mediante estos pequeños movimientos. Cuando los niños se quedan quietos en contra de su naturaleza y voluntad, se reprime la liberación de la energía y el estrés se acumula, hasta que se convierte en ansiedad el niño intenta relajarse por medio del movimiento, pero nosotros interpretamos eso como una falta de atención y concentración. Hay muchos niños que se mueven constantemente durante el sueño, con lo que eliminan tensiones, por lo que, aunque pareciera que tiene un sueño “intranquilo”, en realidad es al contrario.
Sin embargo, esta descarga durante el sueño no es suficiente y el nuevo día trae más estrés, por lo que el niño adquiere un patrón obsesivo de movimiento, lo que preocupa a los padres, quienes no dejan de reflejar esa preocupación en le hijo, quien no tarda en generar la noción de que “algo anda mal” en el.
Uno de los problemas fundamentales consiste en que el niño índigo tiene la difícil tarea de adaptarse obstantemente al mundo de sus prójimos, quienes normalmente no están en la disposición de aceptarlo como alguien normal, siendo qué el no tendría porque considerarse anormal.
Por iniciativa de las escuelas, los niños hiperactivos son diagnosticados por médicos, y en la mayoría de los casos no se encuentra ninguna anomalía neurológica, sino solamente la sintomatología antes descrita, lo que, al parecer, es suficiente para aplicarles un tratamiento a bases de drogas; esta es una salida cómoda para los médicos y los maestros, pero sumamente difícil para los padres, quienes tienen que lidiar con el problema del presente y la incertidumbre del futuro.
Ayudar de verdad a un niño índigo significa aceptarlo de todo corazón, y explicarle que es diferente y que aporta al mundo otros talentos. Lo más importante es que el niño pueda aceptar su manera de ser y que pueda construir su propia autoestima; de esta manera no tiene necesidad de ponerse la máscara de niño normal, con las desagradables consecuencias que eso tiene para él.
Si el niño encuentra un ámbito de aceptación y seguridad en su hogar, lo más probable es que pueda defenderse en la escuela con eficacia, incluso en un ambiente tradicional lleno de hipocresía y falsedad.
Pero esto solo es posible si el niño se encuentra interiormente equilibrando y en contacto con su alma y sus emociones, cuando puedan manejar satisfactoriamente su entorno, la sensación de valor crece y se convierte en un paradigma fundamental de su actitud ante la vida.
El niño que no está centrado, al que no se le reconoce ni se le acepta, tiene graves problemas con su autovaloración y con frecuencia se manifiesta como un niño miedoso, se preocupa desmedidamente por el efecto de su conducta e incluso puede desarrollar algunas fobias. Si el niño no puede orientar su vida según los principios propios de su elevada condición espiritual, puede volverse depresivo y autodestructivo.
Otra área de problema para el niño índigo es su autoexigencia, y también lo que exige de los demás.
Cuando esta exigencia no se ven cumplidas, el niño siente que pierde valor. Sus altos ideales también le dificultan hacer cosas que siente como inadecuadas y en las que no cree. Los intentos de hacerle modifica su conducta por medios de castigos, conversaciones que tienden al convencimiento u otro tipo de imposiciones no sirven para nada, incluso pueden ser contraproducente, pues el niño se instala en la resistencia permanente. La resultante inseguridad puede provocar una gran ansiedad e incluso desembocar en ataques de pánico que el niño muestre tal descontento en situaciones que para nosotros son perfectamente asimilables; pero debemos de recordar que ellos no pueden aceptar una autoridad que no sea democrática; aprenden de una manera diferente a la nuestra, utilizando ambos hemisferios del cerebro, y encuentran soluciones a los problemas sin entrar en detalles. Las respuestas les viene solas y ellos entienden de una manera natural la validez de esas respuestas. Nuestros caminos para solucionar problemas y encontrar respuestas les son totalmente ajenos.
Los niños intentan contarnos todas estas cosas de mil manera y llamar nuestra atención hacia ellos y su manera de ver las cosas; pero si nosotros minimizamos sus esfuerzos y constantemente tratamos de “meterlos al redil”, ellos normalmente responden de una manera agresiva, en estos casos, la agresión es una demanda de ayuda que no debemos desoír.
Los niños índigos siempre intentaran primero llamar nuestra atención de manera pacífica, pero si esto no funciona, utilizara métodos violentos. En una entrevista concedida a Jan Tobber, Nancy Ann Tappe dice al respecto; todos los niños que he visto hasta ahora, que matan a sus compañeros de clase o a sus padres, han sido índigo. Por lo que he visto, solo uno de ellos era índigo humanista; los demás eran índigos conceptualistas.
Como los niños índigo no se involucran emocionalmente en una situación, se les pueden ocurrir cosas inimaginables para nosotros. El cometido de los padres y educadores consiste en escuchar mejor a estos niños, antes de que elijan métodos violentos.
Las emociones sirven de soporte a todos los abanicos de sentimientos. Cuando el corazón se encuentra en un estado de apertura y armonía, la persona experimenta con facilidad sentimientos como el amor, el cuidado, la amabilidad o la aceptación. Sentimientos como la confusión, la ira o la envidia aparecen cuando la cabeza y el corazón funcionan por separado. El niño índigo es muy sensible y reconoce el amor gracias a su corazón. Pensamientos estrechos y opiniones anticuadas son las responsables de que estos niños dejen de confiar en su inteligencia del corazón. Se vuelven “mentales” y muestran frustración, ira, susceptibilidad, envidia, etc. Las experiencias emocionales marcan las neuronas, y es ahí donde se forman los patrones que configuran su comportamiento. Los actos de violencia desmedida, para lógicamente, no son el efecto de emociones incontrolables, sino el triunfo de una racionalidad desvinculada del corazón; es como si la inteligencia emocional se eclipsara, para dar un lugar a solucione esa dramáticamente practicas.
En nuestro afán de comprender al niño índigo no podemos dejar de lado su manera de percibir y manejar el tiempo.
Mirando, lo que define nuestro”estar” en el mundo, pero es nuestro “ser” en el mundo. La vivencia espiritual profunda es sincrónica (sin tiempo). Cuando una persona cree espiritualmente y adquiere una frecuencia energética mas refinada y sutil, su trato con el tiempo se modifica sustancialmente, dando espacios para la experiencia sin tiempo del ser.
Para los niños índigo el tiempo no tiene la misma importancia que para nosotros, pues se encuentran ocupados en la elaboración de conceptos supradimensionales y espirituales, en los que no existe el tiempo medido por el reloj. El niño indago no percibe límites entre el ayer y el hoy, puede tener percepción de varias vidas y dimensiones espirituales a la vez, sin que ellos sea particularmente inquietante para él. Sin embargo, se siente a gusto tanto en la dimensión material como en la espiritual, aunque constantemente intenta unir ambas, para vivir una experiencia holística. Como es natural, les resulta difícil adoptar el tiempo del reloj para regir su vida, lo que comúnmente se interpreta como irresponsabilidad por parte del niño, con todos los efectos represivos que conlleva esta actitud.
Si nos ponemos a pensar un poco, tendríamos que reconocer que la regulación de nuestras actividades por medio del reloj es una elaboración cultura sobrepuesta, e impuesta, a nuestras natural percepción del tiempo que, en esencia, se encuentra en armonía con la naturaleza. En condiciones de primitivismo, los seres humanos vivían según el ritmo del sol, de la luna y de las estaciones. Los niños índigo tienen esa percepción natural del tiempo, en concordancia con las leyes del universo.

Roberto Mares. “Niños índigo”. Grupo Editorial Tomo, 2006 México, D.F. pp 85-101.

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