
Capacidad de concentración
Los hiperactivos no se pueden concentrar en ningún lugar, ya que presenta una disfunción neurobiológica del sistema nervioso. El índigo si sabe concentrarse, siempre y cuando se le haga una exposición interesante, o se le brinde un aliciente creativo. Y más si puede participar en la actividad creadora.
Atención
El hiperactivo exige atención continuamente pero no presta atención continuamente pero no presta atención. Le interesa tener compañía, saber que ahí hay alguien, pero nada más. En cambio, el índigo necesita ser escuchado, demanda atención porque necesita expresarse, porque muy adentro de su corazón infantil sabe que está en este mundo para cumplir una misión, y porque sabe que es un ser especial.
El hiperactivo demanda atención pero no escucha. De vez en cuando se da cuenta que las otras personas están ahí, pero es como si viviera en otra realidad.
Incluso el hiperactivo que no es índigo responde muy bien al amor, a los cuidados, a la atención; no obstante, no reacciona a la queja, y cuando se le regaña de una forma que él o ella consideran injusta, no habla, simplemente se dedica a otra actividad. Pero si el índigo se siente rechazado o incomprendido se retira a su rincón.
Niveles de energía
El índigo posee la mayoría de las veces, un nivel de energía tremenda, pero el hiperactivo tiene una energía que le desborda. Se mueve compulsivamente hasta durmiendo. El índigo, si además es un niño o una niña cristal, es un niño o niña tranquila. La diferencia entre un niño índigo y un cristal es que el segundo es puro amor y paz; son niños muy pacíficos, muy tranquilos, muy quietos, muy amorosos, muy sabios, muy silenciosos.
Agresividad
El hiperactivo es una mole de movimiento, porque tiene problemas psicomotores, y no controla bien el espacio; parece que no es compasivo, porque no es consciente de que hace daño a los demás.
El índigo actúa con compasión desde que es muy pequeño. Estos niños de la Nueva Era no son combativos, ceden sus juguetes, no son egoístas y siempre están dispuestos a participar y a ser amables con los demás. Con un niño índigo rechazado y frustrado se mostrara grosero, pero jamás será cruel ni agresivo como puede llegar a serlo el hiperactivo.
Temeridad
El índigo es prudente y sensato, lo cual no quiere decir que a veces no pueda romper un vidrio jugando con la pelota. En cambio el hiperactivo no tiene ningún sentido de la temeridad, se arriesga demasiado sin pensar en las consecuencias, y no es poco frecuente que salga lastimado o lastime a otros. Hay que estar vigilándole constantemente. Es mas a algunos hiperactivos parece importarles poco su vida. Hay que ir con mucho cuidado con ellos.
El niño índigo, es contraste, se saben valiosos y como su autoestima es alta, se cuidan mucho a sí mismos. A menos que le sea absolutamente necesario hacerlo, por su bien o para ayudar a alguien más, un índigo jamás se pondrá voluntariamente en peligro.
El habla
Los niños índigos tardan mucho en comenzar a hablar, pero cuando lo hacen, se sueltan de pronto diciendo frases enteras perfectamente estructuradas, y pueden expresar conceptos muy abstractos y muy profundos, vívidas descripciones de “su mundo”, ideas muy elevadas para su corta edad.
El hiperactivo habla a trompicones, no se le entiende, habla en frases cortas, y solo le suele entender su mama, su cuidadosa o su papá, o una hermana o un hermano: alguien que actué como traductor. Es frecuente que confunda los tiempos y las conjunciones de los verbos pueden hablar en indicativo o en subjuntivo. Normalmente en monosilábico.
A diferencia del niño hiperactivo, el niño índigo suele expresar correctamente sus emociones, sus sentimientos, sus enfados, sus motivos… tanto, que a veces asusta por la profundidad y la sabiduría de sus razonamientos.
Psicomotricidad
A nivel psicomotor, la habilidad en el niño hiperactivo es problemática. No controla bien ni siquiera su propio cuerpo. En cambio el índigo desde muy pequeñito controla bien el espacio. Le fascina hacer “casitas “con las sabanas y las cobijas, porque le gusta sentirse protegido.
El niño índigo, que tiene su mayor potencial en la parte derecha del cerebro expandido, o en vías activas de expansión, necesita reestructurarse, sentirse protegido; sentirse que se esconde debajo de una tela.
En cambio, el hiperactivo es todo lo contrario le inquieta estar en espacios muy limitados, a menudo que se quiera esconder momentáneamente pero necesita mucho espacio. El hiperactivo necesita actividad; el índigo también, pero de otro tipo, y puede estar debajo de su casita de tela durante mucho tiempo.
Autoestima
Los niños índigo tienen un alto nivel de autoestima; se consideran a sí mismos príncipes, reyes. Por supuesto que son vulnerables como todo niño.
Si no se alimenta la autoestima de esos pequeños, si se sienten minimizados, minimizados, humillados, despreciados o injustamente tratados, dejan de hablar. Por lo tanto el nivel de autoestima en un índigo es elevadísimo.
Por su parte, el hiperactivo es consciente de que nadie lo quiere, de que nadie quiere jugar con él. Carece de patrones socializantes, es decir, no sabe jugar ni relacionarse con los demás. El hiperactivo no tiene modo de asociar ideas para sacar conclusiones, la mayor parte del tiempo cree que nadie lo comprende.
Salud física y mental
El índigo se enferma muy rara vez. Y además si se hace una herida o una fractura en el pie, en la pierna, en el brazo, se recupera con una rapidez que maravilla.
Solo llegan a sufrir pequeños trastornos referentes a la personalidad y la frustración en la que los síntomas son:
• Dolores de cabeza
• Dolores crónicos que cambian de un lugar del cuerpo a otro.
• Fatiga y poca estabilidad en el rendimiento físico y escolar.
• Depresión, tendencia al aislamiento o a hacer rabietas.
En contraste, el niño hiperactivo frecuentemente suele padecer asma, alergias, gripes y otros padecimientos a lo largo del año.
Madurez
Desde muy pequeñitos los índigos parecen ser adultos sabios. Almas viejas. Los bebes índigo miran directamente a los ojos, y parecen entender todo lo que se le dice. En realidad, quizás sea así.
Cuando comienza a hablar, con frecuencia más tarde que otros niños, como señalábamos más arriba, suelen tener un comportamiento muy maduro. Por supuesto, son niños y pueden hacer cualquier travesura, pero su conducta corresponde mas a la de los adultos con quienes, por cierto, le encanta estar.
Por su parte, el niño hiperactivo suele comportarse como bebé, incluso a los cinco, seis, siete y hasta los ocho años o más. Tiene un bajo nivel de madurez emocional, y no sabe sacar conclusiones. Incluso muchos hiperactivos preguntan lo que quieren que se les pregunte.
Ante las situaciones nuevas, el hiperactivo se descontrola mucho, se desborda, se sobrexcita; el índigo observa, disfruta, hace preguntas, aprende, se la pasa bien.
El índigo, por muy pequeño que sea, no se siente un extraño en el mundo de los adultos. Los adultos son seres a veces más inmaduros que él, y en ocasiones le inspiran compasión.
Lidiar con la perdida
Ante una pérdida, el hiperactivo parece indiferente, debido tal vez a que siempre está en la acción. Quizá algún día pregunte: ¿Y la abuelita donde esta? “La abuela a muerto” ¿Y cuándo va a llegar? Y a los tres o cuatro meses ¿Cuándo me dijiste que va a volver la abuela? “Ya te dije que la abuelita se murió” “¡Ah…! Solamente hasta que crece entiende la dimensión e irrevocabilidad de la muerte.
El índigo también tiene una mente atemporal, pero sabe que nacer es morir a otra realidad y que morir aquí es nacer en otra realidad allá. La respuesta de un índigo ante la noticia de la muerte de su abuela puede ser “La abuelita ya no está en su cuerpo, pero sigue viviendo. Anoche me vino a visitar”.
Obediencia
Como vimos en el capítulo de Crianza y Educación, para que un índigo obedezca necesita que se le den explicaciones que le proporcionen un motivo de por qué es conveniente que haga o no haga las cosas.
En cambio, para que un hiperactivo obedezca basta con tener mucha paciencia, no demostrarle que tiene poder sobre usted, y darle ordenes cortas, concretas y repetitivas, que se conviertan en señales que le indiquen lo que debe y no debe hacer.
Consideración hacia los demás
El hiperactivo es un pequeño destructor: no sabe cuidar ni se da cuenta de que hay plantas. Por ejemplo, puede pisarle la cola al perro demasiadas veces, aunque le encante el perro. Es tan distraído y brusco que no se fija, y da la impresión de que tampoco le importa.
Por el contrario, el niño índigo tiene una antena especial para saber que el perro está ahí, hasta en la oscuridad el índigo quiere tener sus propias plantas, sus propios minerales, a los que cuida con amor. A estos niños azules les atraen normalmente los cuarzos rosas, los cuarzos trasparentes, las amatistas, y muchos tienen hasta su pequeña colección. Se comunican muy bien con los animales, saben respetarlos, saben cuidarlos, les hablan con frecuencia.
Miedo a la oscuridad
Tanto los niños índigo como los hiperactivos muestran temor a la oscuridad que, por otra parte, es un miedo infantil natural.
La diferencia es que un 25% de índigo acepta este temor, y el otro 75% no lo expresa, pero lo sufre igual. Tienen miedo a la noche, a la oscuridad.
“Un índigo sabe en su fuero interno que no puede, no debe sentir miedo, porque es un ser de muchísimo poder, con un grado avanzado de estatura espiritual.”
En el hiperactivo, el miedo a la oscuridad es debido a una exacerbada necesidad de compañía, de sentirse acompañado y de querer dormir en la cama de sus papas, rodeado por los dos seres que más seguridad le dan en el mundo.
En conclusión, en el índigo, el miedo a la oscuridad o a cualquier otra cosa, es un reto que debe ser superado; en el hiperactivo es una manifestación de inseguridad.
Juegos
Los juegos de los niños de la Nueva Era suelen ser participativos, no competitivos, no agresivos aunque cuando van creciendo pueden aficionarse a los videojuegos de matar enemigos, porque poseen una capacidad que también tienen los delfines, que son los seres índigo del mar; saber distinguir la realidad virtual, e incluso la realidad en tiempo real, y la realidad real.
Por ejemplo, un niño índigo sabe perfectamente que si mama aparece en la pantalla de televisión, es su mama, pero no está ahí en esos momentos. Los delfines también. En un experimento realizado por un instituto de salud mental de los Estados Unidos, se coloco una cámara en una balsa donde estaban entrenando las hembras adultas y en otra balsa estaban los bebes delfines viendo por un monitor; los bebes dieron muestras de saber que su mama estaba ahí en tiempo real, pero en tiempo espacial, es decir, que no compartían el mismo espacio pero si el mismo tiempo. Esta es una facultad de la mente atemporal del hemisferio derecho. Por lo tanto, en el índigo está muy desarrollada.
En cambio, el hiperactivo no lo distingue sui ve a su mama en un monitor entra en pánico “¡Mama! ¡Mama!” y le grita para que se le oiga mejor “¡Mama! ¡Ven! ¡Mama!”, incluso si la ve en una foto, puede querer que ella salga de ahí para esta con él. Cuando alguien les habla por teléfono, los hiperactivos miran el teléfono, porque están esperando que la persona salga por ahí. Su razonamiento es “si te oigo, te tengo que ver”.
Alimentación
El niño hiperactivo es un goloso nato: le encantan las golosinas; en cambio, al índigo no le atraen mucho y se siente inclinado por la alimentación natural.
El hiperactivo come más por ojos. Con tal de comer, el hiperactivo comerá casi todo... En cambio el índigo es demasiado selectivo con su alimentación, ellos van a elegir lo que es correcto para su frecuencia, para su energía y para su expresión.
Sin embargo, los expertos recomiendan que consuma alimentos naturales, de origen vegetal, aunque cuando menos en la infancia se les debe fomentar el habito de consumir proteínas de origen animal, que son necesarias para su desarrollo.
La medicación
El niño hiperactivo reacciona a la medicación. El índigo no suele reaccionar a ella. Son niños que no responden como la mayoría a la medicina alopática ni a los fármacos tradicionales. Es por esto que muchos niños de la Nueva Era responden muy bien a las terapias alternativas y a los recursos de la medicina naturista.
En ellos, la fiebre, por ejemplo, puede ser una forma de limpiar la agresividad, la hostilidad de su ambiente familiar, los problemas entre sus padres; también puede ser su manera de sacar la energía triste que traen del colegio.
Los maravillosos niños índigo”. Editorial Época, 2006, México D.F. pp 54-67.
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